Verano Misionero en Ontaneda: hacer de la vida una fiesta y descansar en Él

 

 Amparo Latre - 27 agosto 2021

 

Que levante la mano aquél a quien no le cueste esfuerzo poner a Dios en el centro de la vida. No es fácil. Más aún si en casa somos muchos y vamos a ritmos distintos. Por no hablar de esos momentos a lo largo del curso en los que te puede el cansancio, las presiones en el trabajo pesan demasiado o surgen imprevistos, ya sea un virus de estómago o una legión de piojos en alguna cabeza.

Por eso es tan importante sentir que eres parte de una comunidad, con la que caminas sin darte cuenta en los momentos fáciles y que tira de ti en esos en los que “no te da la vida”. Pero no solo por una cuestión práctica. La fe se vive en comunidad o no se vive.

 

Para nosotros Familia Misionera es nuestra comunidad. Y Semana Santa Misionera o Verano Misionero, los momentos más esperados del año. Si alguien cree que exagero, que pregunte a mis hijos. Apuesto que los tres coinciden en la respuesta.

 



 

Este año Verano Misionero ha tenido una duración de seis días y cinco noches y han participado 92 personas incluido un ejército de niños , con un plan perfecto que ha combinado momentos de formación, de celebración, de ocio y de convivencia entre las familias. 

El hilo conductor de Verano Misionero ha sido San José, como maestro para nuestros hogares, atendiendo a la carta apostólica del Papa Francisco, Patris Corde. 

Como otros años, tanto la formación las actividades se han preparado con momentos conjuntos y otros específicos para cada tramo de edad. Hemos tenido la suerte de cotar con el P. Ramón Loyola LC que, además del sacramento de la Eucaristía y la Reconciliación nos ha ofrecido cada mañana una breve meditación sobre los valores encarnados en san Jose. Por la tarde, los padres teníamos otra breve sesión formativa sobre cómo alimentar la piedad en las familias. Pero la realidad es que además de la formación, el P. Ramón ha sido uno más, jugando al baloncesto, al mus, o participando en las actividades de la noche, por poner solo algún ejemplo. Uno de los regalos que nos llevamos de Verano Misionero ha sido, sin duda, poder compartir sobremesas con él.

 

Si tengo que pensar en otro regalo más, me quedo con el espectáculo de ver en acción a nuestros hijos mayores. Recuerdo que hace solo dos años, los padres compartíamos nuestras dudas sobre si sabríamos ofrecerles contextos para crecer a todos los niveles. Iban creciendo y era evidente que necesitaban algo distinto. Y vaya vaya, con la chiquillería. Dentro de nada organizan ellos Verano Misionero.

Juegos para los peques, los cantos y lecturas en las Eucaristías, o una noche de adoración son algunas de las responsabilidades que han asumido este año, integrando a los que por edad están en territorio de nadie o a los que vivían esta experiencia por primera vez. Han trabajado un montón durante el día, y por la noche preparando las dinámicas del día siguiente, cuando los demás nos íbamos a descansar. Gracias de corazón. 

 



 

Pensando especialmente en ellos, los jóvenes, este año preparamos actividades como el encuentro-zoom con @Quiquemira, joven del Regnum Christi, al que siguen muchos de los jóvenes del grupo y también algunos padres. Fue una actividad redonda, en la que hubo mucha participación, también de los adultos y en la que se puso de manifiesto la fuerza evangelizadora que tienen los jóvenes y el bien que se puede hacer en las redes sociales cuando se ponen al servicio del encuentro y la búsqueda de la Verdad.

También fue enriquecedora y divertida la “Tertulia de padres e hijos” que se organizó una noche y en la que todos compartimos experiencias que vivimos en casa. Tenemos gente muy graciosa en Familia Misionera.

 

Pero me cuesta quedarme con una de las actividades, porque todas han merecido mucho la pena: la visita a Garabandal, el día en la Playa de Oyambre o en el nacimiento del Río Ebro… Los que vamos a Verano Misionero conocemos de antemano algunas de las actividades que vamos a hacer. Pero una vez allí, todo es posible, como que seas nuevo y te propongan que des testimonio de tu conversión. Esto es lo que le sucedió a Carlos Ibáñez, uno de los padres de familia y que con una enorme generosidad aceptó el reto.

 



 

Siempre he intentado que mi vida transcurra con la mirada puesta en Él. Me siento muy afortunada porque allí donde he vivido y trabajado, he conocido a personas maravillosas que me han ayudado a crecer en la fe, pero cuando tienes hijos ya mayores, toda ayuda es poca.

Cuando la adolescencia asomó la patita en casa, nos dimos cuenta de que como familia queríamos algo más. Necesitábamos una comunidad en la que cada uno de los miembros de nuestra familia se sintiera integrado, tuviera amigos y opciones para seguir su particular camino. Y todo eso lo hemos encontrado en Familia Misionera. La vocación misionera es algo que tanto mi marido como yo habíamos sentido hace años, pero nunca nos lo habíamos planteado como familia. Periodista de profesión, una servidora había informado en varias ocasiones de noticias relacionadas con la Semana Santa Misionera, pero jamás pensé que en algún momento nuestros hijos llevarían el pañuelo amarillo. Pero la Providencia tiene estas sorpresas.

Hay muchos tipos de comunidades. A nosotros es ésta la que nos encaja como un guante por varios motivos. Por el acento misionero. Porque atiende lo formativo, lo celebrativo y el tiempo de ocio a partes iguales. Pero también por el amor a la Iglesia que siempre se respira y la pluralidad que hay en el grupo, en el que unos venimos de parroquias diocesanas, otros de grupos del Regnum Christi, de la Obra, Neocatecumenales y otros de grupos de Jesuitas. Y todos nos sentimos a gusto.

 

Familia Misionera es nuestra familia y planes como Verano Misionero son un plan perfecto para pasar las vacaciones, mientras celebramos la fe, nos divertimos y nuestras familias conviven para seguir caminando juntas, aprender a queremos cada vez mejor y descansar siempre en Él.