La vocación sacerdotal

El pasado miércoles 27 de junio celebraba mi 8º aniversario de ordenación sacerdotal y he creído oportuno, aprovechando esta efeméride, hacer un poco de reflexión acerca de esta vocación dentro de la Iglesia. No pretendo hacerlo desde un punto de vista intelectual, sino que quiero poner mi corazón, mi vida en estas pequeñas letras, por si pudieran ayudar a alguien a discernir el camino por el que el Señor quiere que oriente su vida.

 

Hace como un año, aproximadamente, el obispo de la diócesis de Cartagena, a la que pertenezco, convocó a los sacerdotes jóvenes de la diócesis a un tiempo de encuentro, de oración, de compartir experiencias y demás. Después de haber hecho un rato de oración, cada uno podía expresarse libremente acerca de las preocupaciones, esperanzas y demás que estaba viviendo en el ministerio. Varios de mis hermanos sacerdotes parecían verse, digamos, un tanto preocupados por lo que esperaban del sacerdocio y que realmente, no siempre era conforme a sus expectativas. Esto a mí, la verdad, me cuestionó bastante, ya que surgían problemas como la soledad, el hastío y demás. Yo sin embargo, no me sentía como algunos de los que tomaban la palabra. Esto me hacía cuestionarme todavía más. Entonces fue cuando descubrí el engaño. La pregunta que se estaba formulando era errónea, ya que no es qué le pido yo a mi sacerdocio, sino más bien, qué me pide Dios para el don que me ha regalado.

 

Ésta es la clave de cualquier vocación y, evidentemente, también de la vocación al ministerio ordenado: ¿qué quiere Dios de mí, de mi vida?

 

A eso de los 10 años, yo experimenté cómo realmente el Señor me llamaba, cómo me cuidaba y quería guiarme. Con 13 años entré en el seminario menor de mi diócesis. Por tanto, mi experiencia es la de haber estado siempre con el Señor, más bien, que he descubierto que él ha estado siempre conmigo, porque no siempre he sabido responder a lo que el Señor me llamaba en cada ocasión.

 

Recuerdo una vez, que estando ya en el Seminario Mayor, fui a ver al obispo, (D. Manuel Ureña, entonces) para decirle que me iba del Seminario. Él con una fuerza tremenda me dijo:"Que sepas, hijo, que si te vas y el Señor quiere que seas sacerdote, serás un desgraciado siempre". Ahora agradezco, de verdad, aquellas palabras que me hicieron quedarme y seguir avanzando en la vocación a la que el Señor me llamaba.

 

No es fácil recorrer este camino, porque en el fondo consiste en vaciarte de ti mismo, para que el único que ocupe tu vida sea Cristo, esto es, aquello que decía san Pablo, "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". Por esto, me costaba decirle sí al Señor, porque, sobre todo me miraba a mi, mis fuerzas, y veía mi incapacidad. Podríamos decir, que durante todo el seminario iba diciendo "sí, pero no". Pero como el tiempo transcurre, en el verano de 2003 tenía que pronunciar un sí definitivo al Señor, un sí que ya no fuera no; o por el contrario retirarme en esta carrera. En este tiempo duro de discernimiento, el 3 de mayo de 2003 participaba, en Cuatro Vientos, de aquella inolvidable vigilia de jóvenes presidida por el Beato Juan Pablo II. En su homilía pronunció unas palabras que me hicieron salir del miedo; palabras que todavía conservo en la memoria como si estuviera viviendo el mismo acontecimiento: "Al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida -lo decía refiriéndose a su ministerio sacerdotal- os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y los hermanos!". Parecía como sí el papa me estuviese hablando a mí personalmente y, aquella duda se convirtió en Certeza: Merece la pena, decía el papa, yo quiero consagrarme también. Así, el 5 de julio de ese 2003 fui ordenado diácono y un año más tarde, el 27 de junio, ordenado sacerdote, por el mismo obispo que anteriormente me había advertido.

 

Después de estos 8 años de ministerio sacerdotal, os puedo asegurar que merece la pena llevar a Cristo a los hombres y los hombres a Cristo. Cuando has puesto a alguien en la rampa de salida hacia Cristo y se produce ese encuentro, te das cuenta de que realmente Dios no defrauda y colma con creces las expectativas. No le pido nada a mi sacerdocio, sólo le pido a Dios que me conceda cada día el don de su Espíritu Santo para ser un instrumento en sus manos. 

 

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Comentarios: 7
  • #1

    MJM (lunes, 02 julio 2012 14:00)

    D.Antinio, vale la pena, vale la pena, vale la pena... dedicarse a la causa de Cristo, porque la única forma de ser felices es hacer y dedicarse a Cristo desde la vocación...cada uno la suya..., todas son muy complicadas se lo aseguro, y quizás cada uno pensemos en la nuestra como la más dificil..., pero con Cristo es posible llenarse y como bien dice para ello hay que vaciarse. MUCHAS FELICIDADES POR SU ANIVERSARIO, que es SEÑOR BENDIGA MUCHO SU VOCACIÓN SACERDOTAL

  • #2

    JORGE BARCO (lunes, 02 julio 2012 20:30)

    D. Antonio, muchas felicidades, la Iglesia necesita sacerdotes como usted. Además Dios le ha dado el talento de la predicación... es una gracia... y que decir de su facilidad para guiar grupos de jóvenes.Un fuerte abrazo y gracias por este precioso artículo de su Blog. Que Cristo siga viviendo en usted y siga siendo tan buen instrumento suyo. Nos encomendamos a sus oraciones.

  • #3

    Julio (martes, 03 julio 2012 01:29)

    Felicidades por su aniversario, D. Antonio!! 8 años ya, madre mía. Que sean muchos mas, y que nunca pierda esa peazo de voz que tiene en el púlpito, con la que gracias a Dios llega a tanta gente. Un abrazo!

  • #4

    Amalia (martes, 03 julio 2012 16:11)

    Felicidades, D. Antonio, por su aniversario. Y muchas gracias por recordarnos lo fundamental que es un correcto punto de partida: ¿Qué quiere Dios de mí para este don que me ha regalado? Me ayuda hoy, aquí y ahora. Necesitaba estas palabras. Gracias por abrirnos así su corazón y dejarnos ver sus certezas, sus inseguridades y la huella de Dios en él.

  • #5

    Victor Lozano (martes, 03 julio 2012 20:04)

    ¡¡Muchas felicidades Don Adolfo!! Las palabras sobran, el ejemplo basta. un fuerte abrazo unidos en oraciones.

  • #6

    665 (martes, 03 julio 2012 23:48)

    Vaya, vaya... si parece que el curita está sembraó...Mira Antonio, hace falta tener mucha fe y amor para hacer la voluntad de Dios en la vida. Yo no soy cura, pero admiro la valentía de los que han dado el paso y luchan por vivir su vocación sacerdotal. Felicidades hombre...

  • #7

    Justo Gómez, l.c. (miércoles, 04 julio 2012 11:00)

    Estimado Antonio:

    Gracias por tu testimonio sacerdotal y felicidades por tu octavo aniversario. Que el Señor nos ayude a ser epifanías vivas de Cristo. Con un afecto, un amigo sacerdote, P. Justo, l.c.