No quisiera pasar por alto, cuando apenas entramos en el verano, dos testigos de la fe que la Iglesia celebra precisamente en este día 22 de junio,dos santos mártires ingleses: Santo Tomás Moro y San Juan Fisher. Político el primero, obispo el segundo, pero que ambos compartieron una causa común, entregaron la vida por la fe que profesaban, cuando los dictados del gobernador se oponían directamente con sus creencias.
Nos encontramos en el siglo XVI, cuando el rey de Inglaterra, Enrique VIII, desea repudiar a su mujer y que el papa Clemente VIII anule su matrimonio con Catalina de Aragón, pretensiones, que por más que fuera persuadido, el papa no aceptó. Esto supuso que Enrique VIII se erigiera en el cabeza de la Iglesia de Inglaterra, proyecto este que fue avalado por el parlamento y al que la mayoría de los obispos accedieron también. Claramente esto suponía una ruptura en la unidad de la Iglesia. Un sufrimiento mayor para toda la Iglesia, teniendo en cuenta que pocos años antes había tenido también lugar en Alemania la ruptura de la reforma protestante encabezada por Lutero.
En medio de esta situación surgen dos voces discordantes la de Tomás Moro, Canciller de Inglaterra y Juan Fisher, obispo de Rochester. El primero se negará a acatar y llevar adelante el mandato real apelando a su conciencia con estas palabras “Tenéis que comprender que en todos los asuntos que tocan a la conciencia, todo súbdito bueno y fiel está obligado a estimar más su conciencia y su alma que cualquier otra cosa en el mundo. Y si yo fuere el único en mi bando, y todo el Parlamento se colocara en el otro, me sería muy doloroso, pero seguiría mis propias ideas contra las de tan elevado número”. El segundo, Juan Fisher, se negará a firmar la fórmula presentada por el rey para convertirse en cabeza de la Iglesia de Inglaterra, respondiendo que esta era herética y cismática, puesto que negaba la primacía del Papa sobre la Iglesia.
En un gobierno totalitario, como el de Enrique VIII, ambos fueron conducidos al calabozo para ser ejecutados.
Si traigo a la memoria a estos dos grandes santos de la Iglesia, es porque siguen siendo plenamente actuales en la sociedad en la que vivimos. Hoy, en nuestra sociedad española y europea, vemos también como impera el totalitarismo, en tanto que se quiere dar supremacía a las leyes de los estados, o a los criterios de la mayoría, por encima de la conciencia individual. Esto es lo que el beato Juan Pablo II, denominaba con el nombre de “dictadura del relativismo”. Que daño hace esto en nuestra sociedad, cuando la verdad es determinada por el consenso de las mayorías y es cambiante según el devenir de los tiempos.
Hoy nosotros estamos llamados a ser testigos de Cristo. Ser testigo de Cristo hoy supone la valentía, ir contracorriente a los dictados de la sociedad, vivir en una minoría, muchas veces condenada al ostracismo y a la clandestinidad, pero “de que nos valdría ganar el mundo si perdemos el alma” (Mc 8, 36).
Nos alientan a esta tarea del testimonio estos dos grandes santos. Fred Zinnemann llevó al cine la historia de Santo Tomás Moro en la película titulada “Un hombre para la eternidad”, que en su tiempo fue galardonada con 6 oscar, pero claro... ¡eran otros tiempos!. Hoy esto sería impensable, fruto de ese arrinconamiento del fenómeno religioso a la esfera de lo privado, sin que tenga influencia alguna en lo público, ni en la forma de organizar nuestra sociedad. ¿A quién sirves? ¿A Dios o al dinero? Tomás moro sirvió al REY, en detrimento del rey. “¡No tengáis miedo –nos dirá Jesús- yo he vencido al mundo!” (Jn 16, 33) Con él también nosotros venceremos. ¡Ánimo y no os desalentéis en el seguimiento de Cristo!
Concluyo con un texto de Santo Tomás Moro que dirige a su sobrino en su obra Diálogo de la fortaleza contra la tribulación: “Sobrino: si al sobrellevar la pérdida de bienes materiales, al sufrir cautiverio, esclavitud y encarcelamiento, y al aguantar alegremente el oprobio público, considerásemos profundamente el ejemplo de nuestro Salvador, éste sería, de por sí solo, suficiente para animar a todo generoso cristiano, hombre o mujer, a no rechazar ninguna de esas calamidades por su causa”.
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JORGE (viernes, 22 junio 2012 09:05)
Bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia... ¿Cuantos que nos decimos católicos hoy estaríamos dispuestos a dar la vida antes que cometer una injusticia que vaya en contra de nuestra conciencia? Santo Tomás Moro es un ejemplo para todos... y recuerden a todos se nos presentan oportunidades parecidas para defender la verdad y la justicia en pequeños detalles del día a día... Por ejemplo: No decir mentiras piadosas, no irnos sin pagar del super, no defraudar a hacienda, etc.
665 (viernes, 22 junio 2012 14:51)
Por tus obras te mostraré mi fe. El testimonio de vida es lo que cambia los corazones. Hoy en día la Iglesia está llena de maestros charlatanes que nos dicen a todos lo que tenemos que hacer pero no predican con el ejemplo. Necesitamos Santos.
Germán (viernes, 22 junio 2012 20:42)
Siempre me ha gustado la oración del buen humor compuesta por Santo Tomas Moro, la comparto con vosotros:
Señor, dame una buena digestión, pero también algo para digerir.
Dame la salud del cuerpo y el buen humor, necesario para mantenerla
Dame, Señor, un alma sencilla que sepa sacar provecho de todo lo que
es bueno y no se asuste cuando vea el mal, sino mas bien que se
encuentre el modo de poner las cosas en su puesto.
Dame un alma que no conozca el aburrimiento ni los refunfuños,
suspiros o lamentos, y no permitas que me atormente demasiado por esa
cosa demasiado incómoda llamada "yo".
Dame, Señor, el sentido del buen humor
Amen
MJM (domingo, 24 junio 2012 08:28)
Creo que en Santo Tomás Moro tenemos un ejemplo de como tiene que actuar un Cristiano frente a la verdad y la Justicia. Hacemos la vista gorda en muchas cosas que aparentemente no hacen daño a nadie y sin embargo Santo Tomás se mantuvo firme aun a riesgo de perder la vida (ganarla para la eternidad). Igualito que D. Juan Carlos caza elefantes cuando firmo el aborto...